Pues resulta que estás ante una de las doce calles europeas preferidas por el turismo, tal y como se recoge en el prestigioso diario The New York Times. Pero ¿por qué?
Varias son las razones. Una: la gastronomía.
Esta arteria urbana acoge, en muy pocos metros, muchos de los templos de la gastronomía del pintxo, tan típica de esta ciudad. Puedes encontrar pintxos tradicionales junto a los más novedosos, llamados “de nueva cocina”. Todos exquisitos. Una auténtica delicia. La presencia de tantos bares y comercios garantiza la animación de esta zona de la ciudad que se mantiene hasta bien entrada la noche.
Otra de las razones: la historia
Un 31 de agosto de 1813 las tropas francesas, que dominaban la ciudad, fueron vencidas por las tropas inglesas y portuguesas, aliadas de las españolas. Los vencedores, incendiaron Donostia, una ciudad entonces amurallada, y saquearon todo lo saqueable. Eso sí, dejaron una calle en pie para hospedarse mientras duraba la ocupación. Y como no, hoy esa calle con tanta suerte, se llama 31 de agosto. Estás por tanto, en la calle más antigua de la ciudad.
Su anterior nombre, calle de la Trinidad, hacía referencia a las tres iglesias que había en ella: La basílica de Santa María, la iglesia de San Vicente y la que se hallaba en el convento de los dominicos, hoy reconvertido en el Museo de San Telmo.
La tercera razón que confiere tanta singularidad a esta calle es la tradición.
La calle es un reflejo de la vida de la Parte Vieja de la ciudad. De su carácter abierto y animado, del culto a la amistad y el respeto a las costumbres. Antiguas Sociedades Gastronómicas, como Gaztelupe, Kañoietan o Amaika Bat tienen su sede en ella y transforman esta calle cada año en uno de los puntos centrales de la Tamborrada donostiarra, la mayor fiesta de la ciudad que se celebra cada 20 de enero llueva, truene o se caiga el cielo.
Así mismo, cada 31 de agosto, se recuerda la destrucción y sobre todo la firme decisión de reconstruir la ciudad. Esa noche se colocan velas en las ventanas de las casas de esta calle y una tamborrada replica los acordes de Sarriegui. Un rato muy peculiar, entre la luz de velas y el recuerdo… respetado en silencio.