La Plaza del Buen Pastor aparece como un paréntesis en la calle San Martín... Y dominando este espacio, se levanta la imponente imagen de la catedral que da nombre a la Plaza. Hoy rodeada por jardines, antiguamente sus laterales fueron calzadas abiertas al tráfico rodado con sus correspondientes aceras. En la actualidad es un lugar de esparcimiento, tranquilo por las mañanas y que se transforma en el lugar de juego de muchos niños y niñas al salir de sus colegios por las tardes.
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La Plaza del Buen Pastor aparece como un paréntesis en la calle San Martín... Y dominando este espacio, se levanta la imponente imagen de la catedral que da nombre a la Plaza. Hoy rodeada por jardines, antiguamente sus laterales fueron calzadas abiertas al tráfico rodado con sus correspondientes aceras. En la actualidad es un lugar de esparcimiento, tranquilo por las mañanas y que se transforma en el lugar de juego de muchos niños y niñas al salir de sus colegios por las tardes.
El rey Alfonso XIII, con tan solo dos añitos de edad,firmaba su primer documento oficial durante la colocación de la primera piedra del templo, allá por 1888. Y casi diez años después pudo ser consagrada la obra, que en 1949 alcanzó la categoría de Catedral.
Construida en estilo neogótico con piedra sillar y pizarra de las canteras de Igeldo, está dotada de un gran número de elementos decorativos. Vidrieras, gárgolas y pináculos se distribuyen en torno a los 75 metros que alcanza la torre que remata el pórtico, siendo el punto más alto de la capital guipuzcoana y que puede ser visto desde casi toda la ciudad.
En la fachada principal destaca la Cruz de la Paz, obra de Eduardo Chillida. En el interior, el altar mayor, dedicado al Buen Pastor, reúne las figuras de Nuestra Señora del Carmen, Santa Teresa, San Antonio y el Sagrado Corazón.
Si nos acercamos cuando oscurece, podremos ver como la iluminación nocturna del edificio realza todos sus aspectos arquitectónicos, recordándonos a otros templos similares de Francia y Alemania.
Si además de visitar su interior, quieres descubrir un pequeño detalle… busca el portal número 16 de la Plaza y observa su “portero no automático”. Parece un simple timbre de portal, pero observamos en él a uno de los últimos testigos de una forma muy peculiar de comprender las comunidades de vecinos de antaño. ¿Un único interruptor para toda una vecindad? Así era hace mucho tiempo…Gracias a él, se avisaba al portero aunque, en muchas ocasiones, cuando éste se ausentaba, el sonido retumbaba en todo el edificio y los vecinos se asomaban al balcón para ver si la persona que lo había pulsado venía a buscarles. Este timbre ha sobrevivido décadas y adelantos técnicos. Aprecia el embellecedor de mármol preciosamente cincelado. Y no seáis gamberros… En la actualidad el timbre está mudo.