Este espacio verde, lleno de encanto y romanticismo, es como un pequeño bosque inglés situado en pleno centro de la ciudad. Cuando a finales del siglo XIX la ciudad se extendía fuera de lo que habían sido sus murallas, la Plaza de Gipuzkoa fue el primer parque público de la ciudad.
Pero te avisamos que si es cerca del medio día la paz puede verse comprometida.
Y es que todos los días a las 12, podrás escuchar una sirena que a través de los tiempos se ha erigido como un sonido meramente donostiarra.
El origen del sonido fue idea del periódico "El pueblo Vasco", actual Diario Vasco, a principios del siglo XX, y que entonces tenía su sede en la calle Garibay. Con la única idea de promocionar su periódico, se pensó que todos los días a las 12 horas sonase una sirena para avisar a los donostiarras de que era mediodía. Sin ninguna otra intención... Y así ha permanecido.
¡Y por cierto! El sonido no procede del edificio de Diputación, como muchos creen, sino de una relojería situada en sus inmediaciones.
Antiguamente se podía observar en esta plaza un cañoncito que también marcaba las doce del mediodía. Un sencillo sistema hacia pasar los rayos solares a través de una lente produciendo el calor suficiente para prender la mecha del cañón, hoy conservado en el Museo de San Telmo.
La plaza está diseñada en torno a un parque de estilo romántico que ocupa la mayor parte de su superficie, atravesada por un estanque poblado por patos y cisnes. Un templete meteorológico, una mesa horaria de mármol blanco y un gran reloj se suman al atractivo de los elementos del agua. La plaza se convierte en un punto de encuentro de bastantes de las actividades de la ciudad y es habitual encontrarnos con la instalación de distintos puestos o casetas a lo largo del año, que culminan con el Belén navideño.
Una curiosidad es que, hasta 1907, el parque estaba rodeado por una verja con ocho puertas que lo cerraban durante la noche y que tras su derribo, en 1907, aquella verja se usa actualmente para cercar los viveros municipales de Ategorrieta.
Cara a cara con el parque convive el edificio de la Diputación de Gipuzkoa, coronado por un gran escudo de Gipuzkoa. El primitivo palacio neoclásico fue reconstruido tras un incendio. En su fachada, sobre una potente columnata, se encuentran los bustos de los marineros más importantes de la provincia: Urdaneta, Elcano, Oquendo, Lezo y Legazpi. Todos ellos contemplan el monumento dedicado en el parque a otro maestro guipuzcoano, el compositor y pianista José María Usandizaga.