Una ciudad en la que hayan estado Julio César, Carlos V, Francis Drake y hasta el mismísimo Hércules no puede ser una ciudad cualquiera. Eso está claro.
Y es que para empezar, te contaremos que A Coruña nació al menos dos veces. La primera vez se le bautizó con el nombre de Brigantium, y fue por aquel entonces cuando Julio César llegó a esta zona, interesadísimo en sus riquezas naturales. Aquella era una población de origen celta, pero le había llegado el momento de romanizarse y lo iba a hacer a fondo, así que hacia finales del siglo I se levantó una torre-faro que, tras algunas reconstrucciones, es hoy emblema coruñés.
Según una versión algo menos creíble, la torre la había erigido Hércules mucho tiempo atrás, después de dar matarile al gigante Gerión y enterrar su cráneo justamente aquí. El escudo de la ciudad ilustra muy bien esa leyenda, pero lo más importante es que, de todos los faros activos del planeta, la Torre de Hércules es el más antiguo. Sí, sí… ¡Cómo lo oyes! No existe en todo el mundo un faro funcionando más antiguo que este.
La ciudad de Brigantium duró lo suyo, pero el imperio romano se desmoronó y dio paso a una época algo caótica. Hacia el siglo VI, la población estaba frita de ataques que llegaban por mar y terminaban en escabechinas, incendios y todo tipo de calamidades habituales en las batallas de ayer, de hoy y de siempre. A ello se sumaron, tiempo después, los terribles asaltos vikingos, y hasta es posible que Almanzor, en una de sus incursiones por el noroeste, también dedicara una temporadita a arrasar el lugar.
Ante semejante panorama, los habitantes decidieron retirarse a zonas algo más protegidas y tranquilas por lo que la ciudad, poco a poco, fue apagándose.
Pero A Coruña tenía que nacer otra vez, ya te lo decíamos. Alfonso IX la refundó en el siglo XIII, y así, el puerto coruñés ganó importancia rápidamente. Los Reyes Católicos y Carlos V le dieron impulso a su comercio marítimo y en 1587 empezó a construirse el castillo de San Antón para defender la boyante villa.
Una idea oportuna, porque dos años más tarde, con los andamios de la fortaleza todavía puestos, llegó el ataque del corsario inglés Francis Drake y la consiguiente y heroica defensa de la ciudad personificada para siempre en la figura de María Pita. Seguramente Francis venía muy envalentonado tras el reciente desastre de la Armada Invencible, que partió desde A Coruña hacía Inglaterra y al final resultó ser bastante vencible.
El comercio con América y alguna guerra que otra mantuvieron ocupados a los coruñeses los siglos siguientes, pero el XIX trajo nuevas ideas que corrieron libremente por una ciudad con ganas de modernidad: se multiplicaron entonces esas casas con galerías hechas de hierro, vidrio y madera y que hoy son otro de los iconos de la capital.
Tienes que verlas, claro. Igual que el puerto, la plaza de María Pita y las piedras nobles del casco antiguo, con sus varias iglesias, el castillo de San Antón, la colegiata de Santa María… Y si después del paseo te apetece sentarte en la arena y respirar el mar, pues te bajas a la playa de Riazor. Porque tener al Atlántico como vecino, es otra de las suertes que tienen los coruñeses.