A lo largo de la Historia, es curioso comprobar cómo los crueles enfrentamientos medievales entre moros y cristianos dieron lugar a varias de las aldeas más bonitas de la geografía española. Es el caso de Alcalá del Júcar, un pueblo colgado de la montaña en el que gastarás varios gigas de tu cámara de fotos sin darte cuenta.
Resulta que los árabes se asentaron aquí y construyeron una fortaleza en lo alto para que nadie se lo quitara. Pero el dominio musulmán acabó en el siglo XIII, dejándonos entre otros recuerdos este tremendo castillo que puedes ver nada más llegar al pueblo, y que tras la Reconquista también fue utilizado por los cristianos. Quedó también la idea de montar una fortificación aprovechando un enorme hueco natural en la roca. En este caso, se trata de la Cueva de Garadén, que con años de erosión y desprendimientos, sigue siendo un sitio que impresiona.
Sin embargo, seguramente tienen mayor popularidad las que llaman Cuevas del Diablo. Mucho más recientes, y ampliadas por su dueño actual, vienen a ser una exitosa atracción para el Turismo. Merece la pena pasear por sus largos corredores y contemplar sus increíbles vistas sobre el río.
Pero si te va más lo monumental, no te preocupes que hay para todos. Además de visitar el castillo, puedes acercarte a la bonita Ermita de San Lorenzo y a la iglesia de San Andrés. Tampoco dejes de ver el Puente Romano, que no es romano pero si muy fotogénico y la peculiarísima plaza de toros de Alcalá, una pequeña joya arquitectónica por su forma irregular, su graderío excavado en la roca y su inquietante aspecto de escenario para gladiadores.
Y no nos olvidemos de la naturaleza, porque el espléndido paisaje de la Hoz del Júcar también tiene algo que decir sobre la fama del pueblo. Es otro de los atractivos de un lugar que aún no ha sido declarado conjunto histórico-artístico pero que poco le debe de faltar.
Si estás pensando que entre tantas maravillas solo falta una leyenda, tenemos buenas noticias. La hay, y tiene que ver con el castillo y con una princesa llamada Zulema. En una de las versiones, la cristiana Zulema se arroja desde la torre para no convertirse en esposa del moro Garadén. En otra, la princesa es musulmana y escapa de la fortaleza de su padre para reunirse con un cristiano del que está enamorada.
Y es que con un castillo medieval y una pareja de enamorados siempre salen historias muy peculiares... Sean moros, cristianos o marcianos.