Si te decimos que Laguardia se encuentra en la Rioja Alavesa y está rodeada de viñedos, quizá te hagas una idea de por dónde van los tiros. Pero es mucho más lo que te espera en este fascinante pueblo.
Por empezar por lo más remoto, la zona conserva un buen número de dólmenes y cuenta con el Poblado de la Hoya, un importante yacimiento arqueológico prerromano. Pero tenemos que dar un salto a la Edad Media para encontrar la verdadera semilla de esta población: el gran castillo que el rey navarro Sancho Abarca levantó en el siglo X para defenderse un poco de los moros y otro poco de los cristianos. Así de complicadas estaban las cosas por aquel entonces.
Con el tiempo y las guerras, otro rey Sancho le dio a Laguardia categoría de villa, y otro Sancho más, ya ves, la fortificó y rodeó de enormes murallas. Así que esta era una plaza que había que sudar sangre para conquistar.
Y es que tan amenazada estaba la zona, que se dividió en organizaciones vecinales para poder defenderse mejor. A cada grupo le tocaba batirse en un tramo de muralla, y le correspondía la protección de un santo concreto. Por eso hoy, en las puertas de acceso a la villa, pueden verse aún los huecos con imágenes de aquellos patrones, defendidos y a la vez defensores de los habitantes de Laguardia.
En esos lejanos días también se empezó a levantar la Iglesia de Santa María de los Reyes, cuyo pórtico en piedra tallada y policromada es una maravilla que no te puedes perder, al igual que la Torre Abacial y la Iglesia de San Juan. Son estas construcciones, junto a las murallas y las calles empedradas, las que le dan un sabor tan medieval a este lugar.
Aunque el sabor, el de verdad, se guarda bajo las casas, en cientos de cuevas subterráneas que sirven de bodegas. Fueron excavadas hace quinientos años, cuando la paz dio un respiro a esta población tan guerrera y le permitió prosperar gracias a sus magníficos vinos y la presencia de algunas familias cuyos palacios aún permanecen en pie.
Laguardia sigue conservando el producto de sus viñedos en profundas galerías por las que, según dicen, se podría recorrer la localidad entera. Pero es difícil que el paseo bajo tierra supere lo que podemos ver en la superficie, con sus piedras centenarias y sus casas tan chulas. Una de ellas perteneció a Félix de Samaniego, que aunque hoy es recordado por sus fábulas, también escribió textos algo picantillos que le trajeron no pocos problemas con la Inquisición. Normal que con el tiempo, se dedicase a redactar cosas menos pudorosas como La zorra y las uvas, ¿no?