Por pueblos como Torazu, entre otras cosas, tiene Asturias tanta fama de bonita. Y es que este es un lugar idílico, situado entre montañas verdes y con un número de habitantes que apenas ronda el centenar. O sea: paz, sosiego y belleza a raudales.
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Por pueblos como Torazu, entre otras cosas, tiene Asturias tanta fama de bonita. Y es que este es un lugar idílico, situado entre montañas verdes y con un número de habitantes que apenas ronda el centenar. O sea: paz, sosiego y belleza a raudales.
Entre los antiguos hórreos, las casas tradicionales de la región y el encanto de las calles y sus recovecos, te van a entrar ganas de quedarte algunos días más, pero mientras te lo piensas acércate a la iglesia de San Martín el Real. Dicen los que saben que se trata de un perfecto ejemplo del barroco en el medio rural, y que su aspecto debe mucho a la moda arquitectónica más bien seria que se impuso con El Escorial. Pero sobre todo, Torazu llama la atención por la altura que alcanza su campanario y por las fantásticas vistas que se tienen desde allí.
Aunque esa hermosa iglesia de San Martín es, seguramente, el edificio más importante del pueblo, no es el que tiene la historia más peculiar. Ese honor le corresponde a la Capilla de la Sienra. Cuenta la leyenda que los lugareños querían construirla en la parte más alta del pueblo, así que se pusieron manos a la obra en el lugar elegido. Pero a la mañana siguiente, encontraron todos los materiales mucho más abajo, como por arte de magia. Los subieron de nuevo y continuaron su tarea, pero al día siguiente, ¡zas!, las cosas habían bajado solas de nuevo. Tras deliberar un rato, concluyeron que aquello tenía pinta de señal milagrosa, y que por tanto había que hacerle caso. Se olvidaron de las alturas y levantaron la capilla donde indicaba el milagro, que es justamente donde sigue hoy.
Pero milagros aparte, la arquitectura de Torazu merece que vayas con los ojos bien abiertos, porque te esperan sorpresas como la Casa La Mira, o la Casa Los Mieos. En esta última se cuenta que pasaron cosas muy raras hace unos cien años, con objetos volando solos, ruidos de cadenas arrastrándose y fenómenos de ese tipo. Por supuesto, se corrió la voz y empezaron a llegar autobuses llenos de gente que quería ver aquellos prodigios. Finalmente los propietarios acabaron contratando a un espiritista que, no sin trabajo, les dejó la casa limpia de fantasmas.
Historias como éstas te esperan detrás de muchos de los rincones del precioso pueblo de Torazu. Si preguntas a los lugareños, seguro que encuentras a alguien que te las cuente todas con más detalle... Y si no te interesan las leyendas, no te preocupes porque la visita merece la pena solo por pasearte por sus callejuelas.
