Alguien que vigila el mar desde lo alto del acantilado descubre el lomo de una ballena. Enciende una hoguera como señal, y en la Capilla de San Roque empiezan a sonar las campanas para avisar a los marineros del pueblo. Muy pronto se echan al agua algunas embarcaciones con un puñado de hombres, y a golpe de remo se van aproximando al gigantesco cetáceo. Cuando ya no pueden acercarse más, es el momento del arponero. Todos dependen de su fuerza y su puntería para conseguir cazar al animal, pero también dependen de la suerte: saben que un coletazo sería el fin.
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Alguien que vigila el mar desde lo alto del acantilado descubre el lomo de una ballena. Enciende una hoguera como señal, y en la Capilla de San Roque empiezan a sonar las campanas para avisar a los marineros del pueblo. Muy pronto se echan al agua algunas embarcaciones con un puñado de hombres, y a golpe de remo se van aproximando al gigantesco cetáceo. Cuando ya no pueden acercarse más, es el momento del arponero. Todos dependen de su fuerza y su puntería para conseguir cazar al animal, pero también dependen de la suerte: saben que un coletazo sería el fin.
Escenas como esta eran frecuentes en el Llastres de los siglos XVI y XVII, aunque la caza de la ballena ya se practicaba en esta zona mucho antes, desde la Edad Media. Después, en el XVIII, los animales empezaron a escasear y aquel terrible y arriesgado oficio dejó de resultar rentable.
Así que esta belleza de pueblo, con sus casas agarradas a la pendiente y sus calles empedradas, tiene un pasado de los que dejan huella en el carácter de las gentes. La prosperidad de aquellas épocas balleneras quedó reflejada en palacios blasonados como el de los Vallados o el de los Robledo, y esta última familia levantó también la Torre del Reloj, un monumento al que se le tiene mucho cariño aquí. Pero como pasa siempre, quienes de verdad se jugaban el bigote no vivían en palacios, sino en sencillas casas que aún se pueden ver en el antiguo Barrio de los Balleneros.
Seguro que te gustará la iglesia de Santa María de Sádaba, con su curiosa torre octogonal, pero tampoco deberías perderte la maravillosa vista que ofrece el mirador situado junto a la Capilla de San Roque. Además, recorre bien la Calle Real y acércate a la Escalera de la Fragua, que hace algunos siglos fue construida sobre el sendero que bajaba por el acantilado.
Y es que no en vano, el casco histórico de Llastres fue declarado Conjunto Histórico de Interés Cultural. Si cuando recorres sus callejuelas el lugar te resulta familiar, quizá se deba a una serie titulada "Doctor Mateo" que pusieron por la Tele hace algunos años. En la ficción, el pueblo se llamaba San Martín del Sella, pero era Llastres. Y si ya quedaba bonito en la pantalla, ni te queremos decir lo que es verlo con tus propios ojos.