Fiestones interminables, discotecas de lo más y rave parties que ni siquiera acaban cuando amanece en el Mediterráneo. Pero Ibiza también podría sonarte a paz y amor, flower powery cantidad de hippies encontrando su paraíso en la Tierra.
Todo eso forma parte de la isla, claro, pero no deberíamos olvidar que también estamos en un sitio con miles de años de historia, y que miles de años de historia siempre dan mucho de sí. La vieja ciudad de Ibiza, sin ir más lejos, no es Patrimonio de la Humanidad porque le haya tocado en un sorteo de Pachá.
Junto a las huellas dejadas por culturas prehistóricas, quedan en esta tierra las de fenicios y cartagineses, que como sabes elegían muy bien dónde plantar los asentamientos en sus rutas comerciales. Y resulta que el tercer pedrusco más extenso de las islas Baleares estaba en un sitio favorecido por los vientos y las corrientes, lo que lo convertía en punto estratégico para los navegantes. Con el tiempo, eso le traería tanto buenas como malas noticias, pero así funcionaban las cosas en aquellas épocas tan convulsas: Un día te querían mucho y al siguiente te odiaban mucho más.
Ibiza fue escenario de las Guerras Púnicas y al final quedó en poder de Roma durante una buena temporada. Dando un gran salto adelante en el tiempo, nos encontramos con los árabes dominando el lugar: es el siglo X y la isla, tras mucha invasión y muchas tortas, se hace musulmana, manteniéndose así hasta que en el XIII aparecen las tropas cristianas para cambiar la media luna por la cruz.
¿Llegó entonces la tranquilidad a Ibiza? Pues no creas, porque durante los siglos siguientes uno de los pasatiempos favoritos de los piratas berberiscos sería sembrar el pánico en estas costas, con incursiones que, por lo general, tiraban a sangrientas. Así que no hubo otra que proteger el litoral con murallas y baluartes, y la mayor parte de las impresionantes fortificaciones que hoy puedes ver en la ciudad ibicenca se debe a los ingenieros de Felipe II, quien por la segunda mitad del XVI se afanaba en la defensa de sus enormes dominios.
Desde la parte más alta de la histórica población, la Dalt Vila, podrás disfrutar de unas vistas maravillosas. No dejes de recorrer las empinadas callejuelas de piedra, pararte un rato frente a la Catedral de Santa María de las Nieves, con su aspecto de torreón medieval, ni de darte un paseo por el pintoresco barrio de la Marina. Allí abundan las tiendas de moda adlib, surgida en los años sesenta cuando un montón de jóvenes repletos de amor, con melenas y floridos atuendos aterrizaron por estos idílicos andurriales. ¡Como para no entenderlos después de visitar esta maravillosa isla!