Como todo el mundo sabe, nuestro planeta se creó a partir de un Bilbao embrionario que fue creciendo y creciendo para poder albergar a más y más minerales, vegetales, animales y bilbaínos que se maravillaban ante su hermosura y su Athletic Club.
Una vez contado el inevitable y cariñoso chiste bilbaíno, os proponemos una rápida visión histórica y de conjunto de esta gran ciudad que, con sus satélites, acoge a más de 900.000 habitantes.
Todo comenzó en un verde y húmedo valle que cabeceaba sobre el mar Cantábrico y en el que se fueron depositando múltiples capas de sedimentos que las aguas de un breve pero trascendental río arrastraban montaña abajo hasta conformar el hermoso paisaje natural, hoy apenas perceptible, sobre el que se va a desarrollar nuestra breve historia.
Parece ser que la singularidad de este paraje no fue apreciada ni por fenicios, griegos, cartagineses, celtas o romanos. Ellos se lo perdieron… y, como únicamente buscaban minerales rentables y comercio masivo, pasaron de largo por nuestra ciudad e Historia. Esto no fue impedimento para que los primeros habitantes de la zona (los primeros bilbaínos, ya que el origen del nombre se pierde en la noche de los tiempos e idiomas perdidos) se asentaran, al parecer, en la margen derecha de la ría del Nervión, construyeran un pequeño puerto bien abrigado, unas cuantas casas, algunas de ellas fortificadas con torres, y una iglesia dedicada a Santiago, tal vez en honor al camino que llevaba hacia la tumba del santo a través de la villa.
Los años y los siglos continuaron sucediéndose hasta que llegamos al 1300 de nuestra era, cuando don Diego López de Haro, en nombre de la corona de Castilla, concede la carta fundacional a la villa que, a partir de este momento, obtiene el privilegio (compartido con otras ciudades costeras) de negociar con la lana que proveniente de la meseta se embarcaba hacia los países bajos, británicos y bálticos. Y con ello llega el primer despegue económico y la primera transformación de la urbe.
Poco, por no decir nada, queda de esta primigenia Bilbao tardo-medieval; la Catedral de Santiago, el banco de Beteluri, que ejercía la función de audiencia ciudadana abierta o la traza de las “siete calles” que constituían el núcleo germinal de una pequeña ciudad ya en proceso de formación y transformación; algo que acompañará a la villa a lo largo de su historia.
Con toda seguridad bajo las piedras de estas siete calles originales (Somera, Artecalle, Tendería, Belosticalle, Carnicería Vieja, Barrencalle y Barrencalle Barrena) se encuentre gran parte de la Historia perdida de Bilbao, pero el tiempo, las riadas y las continuas transformaciones arquitectónicas hacen apenas reconocible el aspecto de aquella villa medieval, renacentista y barroca.
Pasear por sus estrechas y rectilíneas calles peatonalizadas, disfrutando de su trazado, su comercio, bares y restaurantes puede ser un estupendo homenaje a esa parte perdida de la Historia y también hacia nosotros mismos.
Y así, el tiempo y la Historia continúan su curso y una nueva transformación se centró, en esta ocasión, en la margen opuesta de la ría (la izquierda). El hierro procedente de los montes que conformaron el verde valle sobre el que se asentó la ciudad, comenzó a dar sus frutos comerciales en plena revolución industrial.
Y la nueva ciudad, el otro margen, se llenó de pomposos edificios “Belle Époque”; el Palacio de la Diputación, la sede del Banco Bilbao Vizcaya, el Palacio de los Chávarri, la Plaza Elíptica o la Universidad de Deusto. Grandes fortunas y grandes y notables edificios que crearon el penúltimo Bilbao, el Bilbao del Bocho (el agujero), el del carbón y el hierro, el de Astilleros, Euskalduna y Altos Hornos.
Y, cuando parecía que ya estaba todo enfilado y escrito, los tiempos volvieron a cambiar. Y con ellos la ciudad. Se acabó la industria pesada y se abren las puertas a la ciudad financiera, tecnológica y de servicios. Nada de grandes y pesadas estructuras; el nuevo Bilbao, es el aire de los nuevos parque y paseos, el de las Torres Isozaki, el Palacio Euskalduna y la jubilada grúa Carola recordándonos su pasado obrero e industrial y, sobre todo, el Bilbao del Guggenheim.
Así es una primera aproximación a Bilbao contemplando desde su Historia como una ciudad capaz de reinventarse a sí misma, de nacer y morir para volver a nacer. Aún queda mucho, prácticamente todo, por ver y contar. Es un largo y placentero paseo en el que te acompañaremos, con mil y un detalles e historias nuevas, siempre que quieras.