Con Morella dan tentaciones de usar adjetivos como extraordinario, alucinante y otros por el estilo. Y es que basta con mirar desde abajo el promontorio y el castillo para intuir la cantidad de maravillas que esperan a quien se dé un garbeo por esta ciudad.
Porque Morella viene a ser algo así como el escenario ideal para un relato de fantasía, pero sin cartón piedra. Sus callejuelas, murallas y casas nobles son de verdad, y su patrimonio monumental quita el aliento, así que no podemos aconsejarte otra cosa que caminarla enterita y con los ojos bien abiertos.
Y es que por tener, tiene hasta cuevas con valiosas pinturas rupestres. Pero centrándonos solamente en las épocas históricas, nos encontramos con que el lugar ha estado siempre marcado por su condición de punto estratégico. Les interesó a los cartagineses, a los romanos, a los bárbaros y a los árabes, que sucesivamente fueron pasando por aquí levantando sus fortificaciones.
Cuando Jaime I, en uno de sus tours de reconquista, se hizo con la plaza en el siglo XIII, dio carpetazo al período musulmán y empezó una historia diferente. Morella quedó enclavada en una zona dominada por las órdenes militares de hospitalarios, templarios y calatravos, convirtiéndose así, en una importante villa medieval llena de construcciones que, a día de hoy, nos hacen imaginar cosas a medio camino entre El Señor de los anillos y El nombre de la rosa.
Al castillo, la gótica Basílica Arciprestal y el Convento de San Francisco, se unen santuarios y ermitas como la de Santa Lucía y San Lázaro, en la que, según se cuenta, un maestro constructor mató a un fraile clavándole un compás, eso sí, del tamaño que tenía en el siglo XIV.
De ese siglo son también las murallas. Enormes y erigidas sobre los anteriores muros árabes, dan un aspecto definitivamente medieval a esta ciudad que, año sí y año también, aparece en las listas de los más bonitos y encantadores de España.
Y por si no era suficiente con el recuerdo de Aníbal, con el del Cid y con el de los últimos cátaros, Morella tuvo también sus episodios sorprendentes durante el siglo XIX. En uno de ellos, el general carlista Ramón Cabrera se hizo fuerte en la ciudad, cuyos muros resistieron un largo asedio en 1838 a base de 20.000 soldados y 25 piezas de artillería. Casi nada si tenemos en cuenta que estas fortificaciones fueron levantadas mucho antes de que existieran los cañones...
