Fundada en el año 1203, Hondarribia ya nació rodeada por una cerca que la protegía y cuyo trazado iría ampliándose a la par de su entramado urbano. Aún se conservan estructuras realizadas en mampostería de caliza y arenisca de Jaizkibel, que nos dan una idea de lo que pudo ser el trazado de dicha cerca de origen medieval. Ejemplo de ello son los restos visibles en el exterior de la iglesia parroquial. O el pequeño arco de San Nicolás, al que llegarás tras atravesar el puente levadizo reconstruido en 1998 y que te llevará, cuesta arriba por la calle Mayor, hasta el Parador Carlos V.
Fue a finales del siglo XV y principios del siglo XVI cuando se acometieron las grandes obras de la fortificación. Buena muestra de ello son los cubos, baluartes, fosos y puentes levadizos que se levantaron protegiendo a la población que habitaba el lugar. El acceso al espacio intramuros se realizaba a través de dos puertas, la de Santa María y la de San Nicolás, ambas precedidas de sus correspondientes puentes levadizos.
El Cubo de Santa María, los Baluartes de la Reina, de San Nicolás y de Santiago, son otras estructuras que han perdurado hasta hoy; no como el Baluarte o Bastión de la Magdalena cuyos restos ya descansan en paz bajo tierra. A partir del siglo XVII el recinto fortificado se amplía con la construcción de las defensas de San Nicolás y la de Guevara, quedando preciosamente rematado con los fosos que aún puedes ver a ras del suelo, bajo esas impresionantes murallas. Pero.. ¡ay!... la todopoderosa revolución francesa consiguió finalmente abrir esos muros allá por 1794 y menos mal que no llegaron a derrumbarlos por los pelos, gracias a que la Paz (firmada en Basilea) llegó ¡justo a tiempo!
Hondarribia es también hogar de un Casco Viejo que pide a grito pelado ser explorado. Y es que, conservado con tanto mimo, este lugar te asegura un salto atrás en el tiempo hasta la Edad Media por el simple hecho de pasear por sus callejuelas, rodeadas por los restos de una muralla única en toda la provincia de Gipuzkoa. El Casco Viejo está lleno de hermosas casas de estilo vasco, la mayoría con balcones de madera y multitud de edificios barrocos que suman puntos de encanto. Su medieval laberinto de estrechas calles adoquinadas que te muestran curiosidades tales como la fecha de construcción tallada en las vigas exteriores de algunas casas, pequeños palacios (como el de Egiluz) o el castillo de Carlos V donde habitaron ilustres personajes como Juana la Loca, Felipe IV, Carlos II de Inglaterra... Mágica también es su Calle Mayor, por la cual el actor Steve McQueen desfilaba con otros condenados junto a la Puerta de Santa María antes de ser embarcado para la Isla del Diablo en la película “Papillon”.
El recinto fortificado encierra un plano rectangular de calles empedradas (¡eran así para poder desplazar los cañones con más rapidez!) y chulísimos edificios con sus balcones de hierro forjado y coronados por unos aleros de gran belleza arquitectónica. En lo alto del promontorio se eleva, junto a la Plaza de Armas, el castillo de Carlos V erigido sobre otro, de origen medieval, y cuyos vestigios aún pueden contemplarse.
Y por si todo esto te sabe a poco, bien cerquita puedes visitar la Iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción y del Manzano, una muy seductora obra gótica, renacentista y barroca. ¡Todo un trio de estilos!
La parcelación de los solares, en base a lotes estrechos y alargados, típicos del urbanismo medieval, se ha conservado en la zona este del recinto. Sin embargo, en la parte oeste, este tipo de parcelación se ha perdido como consecuencia de la construcción de edificaciones, según criterio del arquitecto Manuel Manzano allá por los años sesenta, tal y como te muestra la espectacular y encadenada Plaza de Gipuzkoa. Un magnífico punto para acabar con esta visita, gracias a sus acogedores cafés y restaurantes emplazados en un lugar que, en su día, también sirvió de escenario para la película “El Pícaro”, interpretada por Fernando Fernán-Gómez.