Seguro que no te descubrimos nada si te decimos que los seres humanos, así en general, estamos un poco majaras. Y esto de subir montañas enormes porque sí, por subirlas, es una de las muchas cosas que podrían apoyar esa afirmación.
A ello estábamos dándole vueltas cuando empezamos a escribir esta audioguía sobre el Monte Perdido, ubicado en el Parque Nacional de Ordesa. Porque aunque digan los escaladores que, para ser un tres mil, resulta relativamente fácil ascenderlo, habría que subrayar ese "relativamente". Buena culpa de ello tiene la zona de “la escupidera”, un tobogán de hielo donde numerosos montañeros han sido “escupidos” al más allá por un simple tropezón o despiste.
El Monte Perdido, un pedrusco de 3.355 metros de altura, forma parte de las llamadas Tres Sorores o Tres Hermanas. Una de las otras dos cumbres del trío es el Añisclo, también conocido como Soum de Ramond en honor a Ramond de Carbonnières. Y precisamente de él te queríamos hablar.
Ramond vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX, una época en la que el ser humano empezó a interesarse por las montañas. Hasta entonces había sido mucho el esfuerzo dedicado a las exploraciones marinas, pero los colosos de piedra todavía se admiraban desde una prudencial distancia.
En los tiempos de Carbonnières vinieron cambios drásticos. Algunos hicieron rodar cabezas en la Francia natal de nuestro personaje, pero otros tenían que ver con una nueva forma de mirar el mundo. Ramond llegó a las montañas un poco por casualidad, como secretario de un cardenal que había tenido que salir por patas de la corte. Y le dio por estudiar y explorar aquellos parajes y aquellos picos, muy en especial el Monte Perdido, cuya región estaba por entonces envuelta en un halo de misterio.
Al amigo Carbonnières le tiraban las alturas, pero aun no disponía de Gore-Tex ni de ninguno de los equipamientos que, a día de hoy, facilitan esta clase de aventuras. Así que, como tipo listo que era, mandó a otros por delante en una expedición de reconocimiento.
Al parecer, esa expedición tenía instrucciones de no intentar llegar a la cima, pero el caso es que, guiados por un pastor, fueron subiendo, subiendo, y de repente se encontraron arriba del todo. Era el 6 de agosto de 1802 cuando Rondo y Laurens culminaron la ascensión, y algunos días más tarde lo haría Carbonnières, suponemos que bastante mosqueado con sus colegas de avanzadilla.
Sin embargo, nadie sabe quién fue la primera persona en alcanzar realmente esa cumbre. Quizá un cazador, o un cabrero, o un cartógrafo militar. O quizá un montañés que quiso impresionar a su novia. La cuestión, ya sabes, no es tanto quién lo hizo primero, sino quién lo contó primero.