Patrimonio de la Humanidad y cuna de la lengua española. Ahí queda eso. Está claro que a los dos monasterios de San Millán de la Cogolla, el de Suso y el de Yuso, no les falta una buena carta de presentación. Así que vamos a contarte brevemente su historia.
Todo empieza en el siglo VI, cuando los visigodos llevaban cuatro días por aquí y un ermitaño llamado Millán se vino a las cuevas de estas montañas para quedarse en ellas reza que te reza.
El hombre tuvo ocasión de llevar esa vida mucho tiempo porque murió en el 574, a la edad de 101 años, algo increíble en aquella época. Su cuerpo fue depositado en una de las cavernas, y alrededor de la tumba se construyó un sencillo monasterio que sería ampliado mucho más tarde, en el siglo X. Lo malo fue que en el año 1002, como queriendo dar la razón a los que esperaban el apocalipsis para aquellas fechas, llegó Almanzor con sus ejércitos musulmanes y lo convirtió todo en polvo y cenizas. Así que el Monasterio de Suso que puedes ver hoy viene, en su mayor parte, de los siglos siguientes. Quedan, sin embargo, algunos restos primitivos, además de la cueva del santo Millán y las de otros que siguieron su ejemplo.
Aquí están, también, las tumbas de los Siete infantes de Lara y las de varias reinas de Navarra. Pero aunque todo esto sea muy impresionante, que lo es, recuerda que todavía tienes otro monasterio que visitar.
Igual que Suso significa arriba, Yuso significa abajo, y la explicación de que exista este otro monasterio tiene su aquel: resulta que el rey García era devoto de San Millán, y allá por el siglo XI quiso sacar sus restos de Suso y llevárselos a Nájera. Pero los bueyes que cargaban las reliquias se detuvieron cerca del río y no quisieron moverse un palmo más. Se interpretó como señal de que el santo prefería quedarse en esta tierra, así que el monarca reculó y en ese mismo lugar ordenó levantar el monasterio de Yuso para guardar sus restos definitivamente. Un edificio que junto al de más arriba, conocemos hoy como cuna de la lengua castellana.
Dirás que una lengua no nace así como así, como si fuera un bebé que un buen día se le ocurre venir al mundo. Y es cierto, pero en San Millán se pusieron por escrito los primeros balbuceos conocidos del castellano. Se llaman Glosas Emilianenses, y vienen a ser anotaciones al margen de un códice en latín, que el monje copista añadió en el habla popular. Ayyy... si hoy pudiera ver cómo se guarda y venera su trabajo, el idioma castellano, más de mil años después... Con razón, que en el año 1997, ambos monasterios fueran declarados Patrimonio de la Humanidad en Europa.