Entre las verdes sierras riojanas está Viniegra de Abajo, con su puñadito de habitantes, sus vacas, sus ovejas y sus hermosas calles empedradas.
Cualquiera diría, y ya nos perdonaréis el tópico, que aquí el tiempo parece haberse detenido y que las cosas están tal y como estaban en el siglo XVI, cuando se fundó la agrupación de las llamadas Siete Villas.
Pero la historia de Viniegra empieza antes. Mucho antes. Tanto que, según una leyenda, ya existía en tiempos de los romanos con el nombre de Lutia. Se cuenta que, cuando el ejército de Escipión el Africano asediaba Numancia, cuatrocientos jóvenes de Lutia se disponían a partir para luchar junto a los numantinos. Pero fueron traicionados y entregados, y como castigo se les cortó a todos la mano derecha en un cerro que se llamaría, desde entonces, Cerro de la Traición.
Puede que esa historia te parezca un poco fantasiosa, pero hay algo más real en el pasado de la villa y son los restos de un posible asentamiento visigodo. O sea que, te fíes de la leyenda o de la arqueología, no es antigüedad lo que le falta a este lugar.
Tampoco le falta belleza, por supuesto. Vigilando el pueblo desde el cercano monte Turza, encontrarás la estatua del Sagrado Corazón de Jesús, muy parecida al Cristo Redentor de Río de Janeiro. Se encarga de proteger este paisaje serrano, sus viviendas tradicionales de ganaderos, unas cuantas casas palaciegas y algunas bonitas muestras de arquitectura religiosa, como la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción con sus piedras rojizas y sus cinco siglos de edad. Súmale las ermitas de Santiago, la Soledad y San Millán, y podrás comprobar el resultado: Una preciosa y apacible población de pastores situada en un entorno rico en relatos, paz, belleza y leyendas.
Y si quieres otro ejemplo de esto último, escucha bien:
Cuentan que la laguna de Urbión, en las cercanías del pueblo, no tiene fondo. Y que, de algún modo, sus aguas y las del mar están comunicadas. Una de las pruebas es que, cuando hay una tempestad marina, la superficie de la laguna se agita sin más motivo; y otra, que en estas aguas han llegado a aparecer maderos y trozos de barcos naufragados muy lejos, en el océano. A lo mejor prefieres creer que la profundidad no pasa de unos pocos metros, pero quién sabe, si preguntas a un lugareño de cierta edad sobre estos sucesos, quizá te entren las dudas...
