Puede que la Puerta del Sol no sea el centro geométrico de Madrid, pero nadie discutiría que es su corazón, en el sentido más sentimental y simbólico de la palabra. Y es que estás en un lugar en el que, a lo largo de los siglos, se han mezclado y confundido lugareños con visitantes, invasores con amotinados, héroes con charlatanes y señoras con señoritas.
Pero tendríamos que irnos atrás para conocer su origen. Más exactamente, a la muralla medieval que rodeaba Madrid y abría aquí una de sus puertas, mirando hacia Guadalajara o, para ser más poéticos, hacia Levante. Tanto Guadalajara, como Levante, como Oriente servían para referirse a la puerta en cuestión, hasta que alguien talló sobre ella un gran sol y así, casi sin querer, la bautizó para siempre.
La muralla acabaría derribándose y en el entorno quedaron algunos edificios como la Iglesia del Buen Suceso y, sobre todo, el convento de San Felipe el Real, en cuyas famosas gradas conspiraron, despellejaron y cotillearon durante el Siglo de Oro todos los que tenían una lengua culta. Personajes como Quevedo y Lope de Vega fueron habituales del lugar y jamás podremos saber todo lo que aquí se coció mientras los Austrias manejaban el imperio.
Eso sí, no busques las iglesias ni las gradas porque no las vas a encontrar. La fisonomía de la zona cambió lo suyo entre incendios, derribos y reformas, y el edificio más antiguo que ha llegado a nosotros es la Real Casa de Correos, de 1768, que ha sido sede de muchas cosas y ahora lo es de la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Una placa en sus muros recuerda a quienes, el dos de mayo de 1808, combatieron aquí a la temible Guardia de Mamelucos napoleónica, y a los que Goya inmortalizó cuchillo en mano.
Fue el reloj de ese mismo edificio el que, a mediados del siglo XIX, tenía frito al personal con sus continuos retrasos, así que a José Rodríguez Losada, ilustre relojero, se le ocurrió fabricar uno más preciso y regalárselo al ayuntamiento: sí, ese que toda España mira atentamente en los últimos minutos de cada año.
De aquella época es también la Casa Cordero, construida, según se dice, por un arriero al que le tocó la lotería. En ella estuvo la primera fonda de lujo de España, La Vizcaína, por la que pasó Hans Christian Andersen y algunos otros que no iban escasos de dinero precisamente.
Pero aún hay más. En la Puerta del Sol: están el Kilómetro Cero, la Fuente de Mariblanca, el cartel de Tío Pepe, el famoso conjunto del Oso y el Madroño y el recuerdo de acontecimientos como la célebre acampada de indignados del 15 de mayo de 2011, y que acabó siendo el embrión de un nuevo partido político de izquierdas.
Como ves, estás en uno de esos sitios en los que ocurren cosas. O sea, un lugar que hay que ver.