Tras este espléndido palacete del siglo XV, al que llaman Casa de María la Brava, hay una historia de esas que no es recomendable contar a los niños para dormir. Escucha…
Los nobles de aquella época eran una gente muy suya y con cierta frecuencia se generaban entre ellos terribles enemistades que terminaban enredando a toda la ciudad. Se dividía la población entre los partidarios de unos y de otros y debido a ello, la sangre corría cada noche por las plazas y callejas. Eso pasaba entonces en Salamanca y no es casualidad que la plaza en la que se encuentra la casa de la que te hablamos se llame Plaza de los Bandos.
Los bandos en cuestión eran el de Santo Tomé y el de San Benito y las cosas llegarían al punto de quedar la población físicamente separada en dos mitades. Nadie se atrevía a poner los pies en la que no le correspondía, ni siquiera en la zona que hacía de frontera, la Plaza del Corrillo, que por ese motivo estaba cubierta de hierba.
Total, que en ese terrorífico escenario se sucedían, día sí y día también, un extenso muestrario de desgracias y barbaridades y una de ellas iba a dejar en la memoria popular a María Rodríguez de Monroy, una viuda noble que pertenecía al bando de Santo Tomé.
Un mal día, los dos hijos de María se enzarzaron en una disputa con los hermanos Manzano, del bando rival, y resultaron muertos. Los Manzano escaparon a Portugal tras el crimen y mientras la madre de los asesinados les daba sepultura, maquinó su venganza. En poco tiempo reunió a veinte hombres, se agenció una buena espada y se lanzó sobre el rastro de los culpables, a los que localizó en tierras portuguesas. Los hizo decapitar y se cuenta que después cogió sus cabezas y las llevó de vuelta a Salamanca para colocarlas sobre las tumbas de sus hijos, Pedro y Luis.
La Guerra de los Bandos aún duraría una década más, hasta 1476, cuando el religioso Juan de Sahagún consiguió mediar con éxito entre unos y otros exaltados logrando por fin detener aquel baño de sangre. Las familias importantes en todo el lío firmaron el pacto de paz y a algunas de ellas pertenecen los escudos que puedes ver, precisamente, en la fachada de la Casa de María la Brava.
Así que ahora, ya sabes por qué llaman así a esta casa...