Terminaban los años ochenta cuando al presidente de la Generalitat Valenciana se le ocurrió, tras darse una vuelta por París, que sería buena idea construir en la capital lo que acabaría siendo la Ciudad de las Ciencias y las Artes. Un proyecto tan ambicioso que rayaba en lo faraónico, y que se encargó a un arquitecto de la tierra: Santiago Calatrava.
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Terminaban los años ochenta cuando al presidente de la Generalitat Valenciana se le ocurrió, tras darse una vuelta por París, que sería buena idea construir en la capital lo que acabaría siendo la Ciudad de las Ciencias y las Artes. Un proyecto tan ambicioso que rayaba en lo faraónico, y que se encargó a un arquitecto de la tierra: Santiago Calatrava.
El emplazamiento escogido fue el antiguo cauce del Turia, y en 1998 se abría allí el Hemisfèric, que con su espectacular aspecto de enorme ojo y su sofisticada pantalla interior era el primer edificio del complejo. En los años siguientes irían brotando los demás, y el lugar empezó a parecerse a uno de esos escenarios de película del futuro al que solo le falta que despeguen naves espaciales.
Hoy tienes aquí la vanguardista estructura del Umbracle y el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, con su apariencia de esqueleto de ballena y sus exposiciones científicas interactivas. Atento también al Oceanográfico, que alberga los principales ecosistemas marinos del mundo y es el mayor acuario de ese tipo que existe en Europa. Y para rematar, a todo ello le acompañan el Puente de l'Assut de l'Or y el Palacio de las Artes Reina Sofía, pensado para las representaciones de ópera y las artes escénicas. Y el Ágora, otra alucinante y versátil edificación en la que lo mismo se presenta un desfile de moda, que se juega al tenis o que sirve de espacio para organizar conciertos.
Se consiguió, en definitiva, un lugar de imponente poderío visual al que, según las previsiones, debían añadirse cuatro megarrascacielos que después fueron tres y acabaron siendo cero. Porque, y aquí viene la otra parte de la historia, el pastizal gastado en el proyecto de Calatrava había multiplicado por cuatro lo que figuraba en el presupuesto inicial, y las cosas ya no estaban para tantas alegrías.
Además, algunos de los edificios empezaron a dar problemas mucho antes de lo esperado, y fue por líos de ese tipo que el arquitecto, Calatrava, pasó de ser reclamado por las principales urbes del planeta a estar envuelto en polémicas día sí y día también. Pero seguramente los políticos que impulsaron el proyecto con sus ideas de políticos lograron lo que buscaban: un espacio emblemático para Valencia, plagado de estructuras y construcciones frente a las que, sin duda, no es posible quedar indiferente.